A casi todos nos han educado para hacer lo posible, por ayudar a los demás.
Es un concepto que tenemos profundamente arraigado y que, sin duda alguna, es muy respetable. Pero debemos tener claro que no se puede ayudar a quien no quiere ser ayudado. Por eso, en algunos casos el primer objetivo de cualquier terapia es lograr que la persona comprenda que tiene un problema y que necesita ayuda. Ese es el punto de partida para poder trabajar porque sin un compromiso personal, el cambio interior es prácticamente imposible. Lo mismo pasa en la vida cotidiana. Solo podemos ayudar cuando la otra persona acepta nuestra ayuda.
Ayudar a quien no quiere ser ayudado es como regalar gafas a quien no quiere ver. Simplemente no las usará. Es probable que ni siquiera valore nuestra ayuda, ni el esfuerzo o tiempo que hemos invertido. Incluso puede llegar a molestarse considerando nuestros gestos como una intromisión en su intimidad.
Debemos ser conscientes de que nuestra ayuda tiene límites, unos límites que a menudo pone la otra persona. Debemos aprender que no por mucho aconsejar, el otro aprenderá o cambiará y que la ayuda que podemos brindar está limitada ala ayuda que el otro esté dispuesto a aceptar.
Es importante comprender que cuando alguien está atravesando una situación difícil, puede ser aterrador reconocerlo, por lo que quizá necesite un poco de tiempo para procesar emocional y racionalmente lo que le sucede. Por lo que, hay veces que para ayudar a una persona hay que dejar de ayudarla, darle tiempo para que mire dentro de sí, comprenda lo que le está pasando y pida apoyo.
Aunque a nosotros nos resulte evidente el problema y su solución, para la otra persona puede no ser tan claro. Por eso, en ocasiones brindar ayuda significa violentar el ritmo de curación emocional y, mientras lo hacemos, nos sumimos en un proceso desgastante para nosotros que no tiene mucho sentido.
En mis formaciones de Reiki siempre remarco que debemos tener el permiso dela persona para realizarle una terapia y enviarle energía, es decir, la persona debe ser consciente de que le queremos ayudar y por lo tanto debe querer y aceptar esa ayuda que le brindamos.
Cuando una persona que se siente mal rechaza tu ayuda, puedes sentirte enojado, frustrado o impotente, pero debemos entender que:
– Cada uno debe aprender de sus errores y superar sus obstáculos. Debemos dejar de actuar como padres sobreprotectores. Debemos comprender que cada uno debe aprender sus propias lecciones de sus errores. Por mucho que queramos a algunas personas, no podemos llevar siempre su “carga” ni solucionar los problemas en su lugar porque el crecimiento se produce precisamente cuando se superan los obstáculos que la vida nos pone delante.
– Tenemos que dejar de pensar que las cosas se deben hacer de una manera determinada. En muchas ocasiones, esa tendencia a ayudar nace de la creencia de que la otra persona está haciendo las cosas “mal”, lo cual se debe a que creemos saber cómo se hacen “bien”. En realidad, cada persona debe encontrar la manera de solucionar sus problemas y desarrollar su estilo de afrontamiento. No existe una única forma de hacer las cosas, por lo que antes de brindar tu ayuda, debes cerciorarte de que te has desprendido de esa creencia pues de lo contrario es probable que quieras imponer tu opinión o punto de vista, algo que no suele ser bien recibido y hace que el otro esté a la defensiva.
– No debes presionar. Cuando una persona no está preparada psicológicamente para buscar o aceptar ayuda, el hecho de presionarla puede tener el efecto opuesto al que pretendes, haciendo que se encierre en sí mismo y se aleje de ti. Por tanto, el primer paso es no presionar.
– Basta que te mantengas disponible. La mejor manera de apoyar a una persona que no quiere ser ayudada, es mantenerse a su lado para cuando necesite hablar o decida buscar ayuda. Debemos tener en cuenta que todos deben pasar por una serie de etapas cuando sufren heridas emocionales y hay etapas en lasque solo es necesario a alguien que los acompañe.
– Puedes informarte del problema. Lo que ha sido mejor para ti, podría no ser una buena solución para esa persona a quien quieres ayudar. Por tanto, es importante informarse a profundidad sobre el problema. También es conveniente animar a esa persona a hablar sobre el asunto para que comprendas su perspectiva. Los mejores consejos provienen de la empatía, si aconsejas desde tu lugar y punto de vista, tus soluciones podrían ser perfectamente inútiles.
– Debes establecer límites. En algunos casos, una persona en problemas puede caer en una espiral de autodestrucción y, si no tienes cuidado, puede arrastrarte consigo. Por eso, es importante que establezcas unos límites ya que debes proteger tu equilibrio emocional si realmente quieres ayudar al otro.
Como dice Jeff Foster, nunca intentes ayudar a alguien a menos que esté listo y tenga la voluntad de ser ayudado. Hasta que la ayuda sea pedida, hasta que exista la disposición para escuchar, para preguntar y desafiar los viejos patrones, tu intento de ayudar será sentido como manipulación, control y resistencia.
Tal vez tú no sepas lo que es ‘mejor’ para esa persona.
Tal vez son más fuerte, más inteligentes, cuentan con más recursos, y están llenos de más potencial del que alguna vez pensaste posible.
Tal vez lo que es ‘mejor’ para ellos hoy, ¡es no querer o necesitar tu ayuda!
Tal vez realmente necesitan sufrir, batallar, o buscar más.
Tal vez se están alineando y sanando en su propia y única manera.
Tal vez lo que requiere este momento es de confianza, y escucha profunda, y un profundo respeto por el actual trayecto de su viaje.
Tal vez cuanto más le ayudas, es cuando te sales del camino de querer ayudar.